El come-perros

junio 21, 2012

No se por qué cuando tengo vacaciones me da por ver Caso Cerrado. Será por todo el tiempo libre y porque es un programa que no tiene ni un pelo de aburrido, como quizá parecerá a muchos.

Pero en el capítulo de hoy vi un caso excepcional. Porque ponía en un perfecto jaque mate a nuestra cultura, sus prejuicios y arbitrariedades sobre un tema que casi nunca se trata.

Dos mujeres, una señora y una joven, exigían encarecidamente a la doctora Polo que pusiera tras las rejas a su vecino. ¿El crimen? Comer perros. Sí, el demandado admitía sin ningún remordimiento que can que se encontraba en la calle, a su casa lo llevaba, allí lo mataba y lo cocinaba de la forma que más le agradara.

Luego que la demanda fue presentada, llegó el turno del acusado, quien se defendió de manera tan magistral que me permitió televisar lo que nunca antes había visto: a la doctora Polo completamente anulada; confundida y sin ningún discurso coherente.

– Explícame… Cómo puedes ser capaz de comer perros… – preguntó con una entonación y un rostro que comunicaban un profundo desprecio por la práctica del demandado.

– Pero doctora, yo no veo qué hay de malo en comer perros… Hay gente que come pavos, pollos, marranos, peces… ¿Por qué no voy a poder yo comer perros? En la mesa todos saben igual…

Ante esta grandiosa respuesta, que puso sobre le mesa la inconsistencia de la actitud y el pensamiento de los allí presentes, la doctora vio tocado su más arraigado especismo y respondió una sarta de ideas poco nítidas e incoherentes, del tipo: «Es muy distinto, el perro es el mejor amigo del hombre. Los perros están domesticados, comer perros no es aceptado en nuestra cultura, ¿acaso nunca has tenido una mascota?»

Lamentablemente la jueza no pudo evitar caer en un par de non sequitur, además de una ad populum. Pero el lúcido demandado no esperó: «Doctora, yo le quisiera preguntar una cosa.»

Ella intentó evitar la pregunta diciendo «Tú no has venido aquí a hacerme preguntas», mas él se adelantó diciendo:

– Si usted defiende la vida de los animales, ¿por qué se come a los pollos y las reses?

¡Grandioso!

– No estamos defendiendo la vida de los animales… – respondió titubeando y cambió de tema apresuradamente. ¿Coherente? Yo no lo sé…

En mi opinión nos encontramos ante un claro ejemplo de una persona atrapada en sus celdas mentales culturales, que es incapaz de vislumbrar que en otras partes del mundo comer perros es lo más normal del mundo (China y zonas de México) mientras que la carne de res o de cerdo es considerado aberrante (India e Israel respectivamente).

Porsupuesto que la conclusión aquí no es «sigamos comiendo perros, porque éticamente es equivalente a comer vacas», sino más bien «si no vas a permitir que los demás coman perros, gatos, o lo que se les plazca, hazte vegano(a)».


Erich Fromm: respetar es no explotar

agosto 2, 2011

                

«La responsabilidad podría degenerar fácilmente en dominación y posesividad, si no fuera por un tercer componente del amor, el respeto. Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra (respicere=mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única. Respetar significa preocuparse por que la otra persona crezca y se desarrolle tal cual como es. De ese modo, el respeto implica la ausencia de explotación. Quiero que la persona amada crezca y se desarrolle por sí misma, en la forma que le es propia, y no para servirme. Si amo a la otra persona, me siento uno con ella, pero con ella tal cual es, no como yo necesito que sea, como un objeto para mi uso. Es ovbio que el respeto sólo es posible si yo he alcanzado independencia; si puedo caminar sin muletas, si  tener que dominar ni explotar a nadie. El respeto sólo existe sobre la base de la libertad: «l’amour est l’enfant de la liberté», dice una vieja canción francesa; el amor es hijo de la libertad, nunca de la dominación.»

                                                             Erich Fromm, El arte de amar


Devorar la tierra

May 10, 2009

Narrado por Paul Mcartney, ex guitarrista de los Beatles, este vídeo constituye una excelente síntesis de la devastación ecológica que resulta de nuestros hábitos alimenticios. 

La extinción de los bosques y de todas las especies que allí habitan, la emisión de toneladas de CO2 a la atmósfera, la inutilización de los suelos fértiles y la mala administración alimenticia son tan sólo unos cuantos ejemplos de la destrucción que estamos causando por nuestra testarudez, por no querer rehusar a los cinco minutos de placer que experimentamos al comer un bistec o una tajada de queso.


¿Justifica la racionalidad la discriminación hacia los animales?

marzo 21, 2009

Uno de los argumentos que más oímos los defensores de los derechos de los animales es el de la racionalidad, la capacidad de discurrir o pensar. Quienes sostienen que los seres humanos tenemos derecho a hacer sufrir o matar innecesariamente a los animales a fin de obtener productos de ellos –una postura inconsistente, ya que ellos mismos condenan el llamado maltrato animal por razones triviales, pero no advierten que comemos carne sólo por su sabor— argumentan que los intereses de los demás animales pueden ser pasados a llevar porque ellos no son seres racionales. Nosotros, en cambio, tenemos inteligencia, y por lo tanto, podemos pasarlos a llevar cuando lo deseemos.

¿Es válido tal argumento? ¿Justifica el matar o explotar a los animales no-humanos para alimentarnos con sus cuerpos o demás productos? Dividamos la argumentación en dos etapas. La primera consiste en preguntarnos, ¿por qué habría de justificarlo? No veo qué razón puede haber para hacerlo. Una discriminación legítima, no arbitraria, debe estar argumentada en relación al aspecto a excluir. Si los hombres no tienen derecho a abortar –en los países en que es legal hacerlo— es porque no tienen la capacidad física de hacerlo. Asimismo, quienes no poseen licencia de conducir no tienen derecho a hacerlo debido a que pueden no saber manejar bien el automóvil y causar accidentes de tránsito. Ahora bien, ¿qué relación guarda el que los animales no tengan derecho a vivir o a no ser felices porque no pueden razonar? La capacidad de ser feliz se relaciona con un sistema nervioso, no con la razón. La discriminación es tan absurda como afirmar que las mujeres no deberían tener derecho a voto porque son más débiles físicamente que los hombres.

Es posible, sin embargo, llevar el asunto un poco más lejos y contra argumentar el artilugio de los especistas. En realidad, los demás animales no son máquinas que actúan sólo por instinto. Casi todos ellos son inteligentes, solo que considerablemente menos inteligentes que nosotros. No obstante, generalmente los animales tienen más habilidades intelectuales que algunos seres humanos, como los niños pequeños y ciertas personas con discapacidades mentales. La conclusión lógica es, por lo tanto, que si afirmamos que no debemos considerar los intereses de quienes sean considerablemente menos racionales o inteligentes que nosotros, deberíamos aceptar que se maten bebés y algunos humanos con problemas mentales (*)

Otro aspecto muy importante que nos lleva a descartar el argumento de la racionalidad –y que es del mismo tipo que el anterior- es el que veremos a continuación. Si aceptamos que la capacidad de pensar es una característica relevante moralmente, y por ello no consideramos a los animales no humanos como pacientes morales, seríamos incoherentes al otorgar los mismos derechos a todos los seres humanos. Una propuesta en armonía con el argumento de la racionalidad podría ser el dar menos consideración a los intereses de los individuos con coeficientes intelectuales inferiores a cien, por ejemplo. En una sociedad así, quizá quienes superaran la centena podrían tener de esclavos a los que no. Si combinamos el argumento de la racionalidad con las obvias diferencias intelectuales que existen entre los miembros de nuestra especie, obtendríamos resultados difíciles de aceptar.

Como hemos visto, no existe ninguna razón válida para discriminar en base a la racionalidad, y si decidimos hacerlo, tendremos que abandonar la idea de igualdad entre los seres humanos, pues no todos los seres humanos son igualmente racionales.

(*) Se podría objetar que la diferencia está en que los bebés son potenciales seres de elevada racionalidad, ya que luego crecerán y poseerán las mismas capacidades mentales de un adulto normal. En mi opinión, la potencialidad es una característica que no debe considerarse a la hora de tomar decisiones morales. No damos derecho a voto a jóvenes menores de dieciocho años pese a que son votantes en potencia. Este tema es un poco más extenso, pero podemos evitar inmiscuirnos en él imaginando que el niño, como a veces ocurre, nace con una lesión cerebral drástica e irreversible. De todas maneras, aún nos quedan los discapacitados mentales.


La ganadería: una devastadora fábrica de nutrientes a la inversa

marzo 12, 2009

Se dice a veces que la ganadería es una práctica necesaria, o al menos benéfica, para alimentar a la enorme cantidad de personas que habitan la tierra, cantidad que aumenta con el tiempo. Sin ella, suele escucharse, el problema del hambre en el mundo jamás –o muy difícilmente- podría ser resuelto. Esta creencia, de ser cierta, dejaría por los suelos a la dieta vegana. Felizmente para las demás especies, la verdad es completamente opuesta. La industria ganadera es parte fundamental del problema, y la única manera posible de solucionarlo es acabando con esta gran fábrica de nutrientes a la inversa.

Producir alimentos no basta para solucionar el problema del hambre en el mundo. Se deben producir alimentos que nutran, que proporcionen los elementos adecuados para que los seres humanos podamos vivir y sanos. Pongamos a prueba la ganadería (producción inmoral de alimentos) enfrentándola con la agricultura (producción moral de alimentos) (1), a fin de ver qué práctica se las arregla mejor para producir algunos de los nutrientes más importantes.

Las cifras citadas a continuación corresponden al Departamento de Agricultura de Estados Unidos y al US Government Printing Office (2). Veremos de qué forma se producen más nutrientes; si es comiéndonos directamente la comida después de cosecharla, o utilizándola para criar ganado y luego comernos la carne de éste. Las cantidades han sido calculadas por acre de tierra fértil (3).

Proteínas

De un acre destinado al cultivo de plantas con alto valor proteínico, como guisantes o judías, obtendremos entre 135 y 235 Kg de proteínas. De uno destinado para alimentar animales y luego comérnoslos sólo obtendremos entre 18 y 20 Kg de proteínas.

Calorías

De un acre destinado a la producción de avena se obtienen 6 veces más calorías que uno destinado a la producción de carne de cerdo y 25 veces más que uno para carne de vacuno.

Calcio

Un acre de brócoli rinde 5 veces más calcio que uno destinado a producir leche.

Hierro

Un acre de brócoli produce 24 veces el hierro que un acre usado para vacuno y un acre de avena 16 veces la misma cantidad de hierro.

Es fácil ahora darse cuenta de la gravedad del asunto. Estamos haciendo un muy mal negocio: consumimos un montón de nutrientes y a cambio obtenemos sólo unos cuantos. De ahí el nombre de fábrica de nutrientes a la inversa.

Por suerte, existe algo que cada uno de nosotros puede hacer para cambiar esta situación, y es muy sencillo: dejar de alimentarnos con productos animales. Si bien la razón principal para hacer esto debería ser el bienestar de los demás seres sintientes, no queda duda de que también ayudaremos a nuestra propia especie.

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(1) Se afirma que la ganadería es inmoral porque en ella no se tienen en cuenta los intereses de los animales no humanos. Se los trata como meros objetos de propiedad, inflingiéndoles enormes cantidades de sufrimiento y matándolos por una razón tan trivial como querer agradar el paladar con un bistec o con un vaso de leche. En el caso de la agricultura es distinto, pues en ella no se pasan a llevar los intereses de ningún ser. Los vegetales carecen de un sistema nervioso que les permita experimentar placer y/o dolor, y por lo tanto no tienen intereses.

(2) Los materiales de los cuales proviene la información son los siguientes: Agricultural Statistics, 1979, del Ministerio de Agricultura de Estados Unidos; Nutritive Value of American Foods, 1975, del Ministerio de Agricultura de Estados Unidos; y Use of Rangelands for Future Meat Production, de Journal of Animal Science 45, 1977, del US Government of Printing Office.

(3) Un acre equivale a 0,40 hectáreas y a 4.046 metros cuadrados.


Mi respuesta al filósofo Víctor H. Palacios Cruz

enero 20, 2009

Un profesor de filosofía llamado Víctor H. Palacios Cruz, de la universidad de Piura, Perú, escribió hace algún tiempo, en un suplemento del diario El Tiempo, una crítica del veganismo. Si desea leer la crítica completa pinche aquí.

Los argumentos presentados en el artículo son usados muy frecuentemente por los detractores del veganismo, ya sea para justificar su estilo de vida o para alejar más gente de nuestro movimiento. Por ello, me ha parecido importante dar mi respuesta a los planteamientos del profesor Víctor.

Dicen así:

1. «Un lema usual en los activistas veganos es: “¿Te comerías algo que tiene rostro?” Propaganda falaz, pues los animales no tienen rostro sino cara. La posición bípeda del hombre lo separa de la condición del cuadrúpedo, para quien las extremidades delanteras son elementos de apoyo y la cabeza se ajusta a la necesidad de exploración material. La mano humana queda libre de la función de soporte; por ello se estiliza y vuelve apta para el gesto, la caricia y la manipulación. El instrumento de los instrumentos da lugar a la técnica, y así libra a la cara de la presión de hurgar. Ésta se retrae, abandona la forma de hocico y se equilibra, deviniendo medio expresivo e individualizado. El rostro es la síntesis de la personalidad. Sólo los humanos poseen retrato.»

Algunos activistas usan ese lema para, sencillamente, hacer cumplir el objetivo de la propaganda: lograr que el receptor se adhiera a la ideología propia apelando a los sentimientos.

No somos veganos por creer que los animales tienen rostro, sino porque pueden sentir dolor y placer. De este modo, el primer argumento me parece inadecuado, pues, en vez de enfocarse en el veganismo mismo, lo hace en una técnica propagandística de éste.

2. «El hombre no es una especie animal más. Teniendo animalidad, escapa a ella a la vez. Es un ser que mastica, gruñe y excreta; también un ser que piensa, ama y crea. Su índole fluctúa entre lo terrestre y lo celeste. Si la crueldad humana espanta es porque, como reza el adagio latino, “corruptio optimi pessima”. Sólo entre humanos hay villanos y héroes, sátrapas y santos. Es el precio de la libertad, la imprevisibilidad de una existencia no prescrita por su dotación filogenética, sino capaz de inventarse a sí misma y trazar un curso irrepetible. Sólo los humanos poseen biografía.»

Me parece que el autor de este argumento debería tomar unas clases de biología. Ser animal no tiene nada que ver con pensar, amar o crear. Existen criterios biológicos que nos permiten clasificar al ser humano como un primate del reino animal.

Que seamos seres libres no significa que tengamos la necesidad de ser crueles, sino precisamente lo contrario. Podemos elegir qué decisiones tomar a fin de lograr una vida ética y bondadosa. Una de ellas implica elegir qué alimentos comprar, con qué ropa vestirnos o a qué espectáculos asistir.

3. «Si los hombres fueran animales, no tendría sentido defender una causa natural, porque ninguna especie viva lo hace. Si los animales fueran humanos –ya que se afirma que son libres–, habría que sancionarlos severamente pues la totalidad de ellos se sustenta a costa de otras vidas. Si no, ¿qué hace superior a un pájaro del gusano que engulle y al pez grande del chico al que devora? ¿Por qué acusar al homo sapiens y no al depredador del bosque? No nos daríamos abasto para reprender a las impulsivas bestias. Sólo los humanos merecen castigo o alabanza por sus actos.»

Aquí nuevamente se ignora en qué consiste realmente ser un animal, y no creo que sea necesario ahondar más sobre el tema.

A los animales no hay que sancionarlos porque no poseen la capacidad de lograr juicios éticos. Del mismo modo, no sería justo castigar a alguien con problemas mentales, pues no comprende lo que hace. (1) Es importante también recalcar que las sanciones existen para evitar que los malos actos se repitan, y en los animales irracionales no podemos encontrar este efecto moderador. Además, es imprescindible considerar que el depredador del bosque, al contrario de nosotros, necesita matar para sobrevivir.

4. «El hombre mata como no lo hace alimaña alguna. Es decir, con ensañamiento y sevicia. De acuerdo. Aunque la posibilidad de que incurra en esta perversión es la misma que permite lo opuesto: el sacrificio y la virtud. Se cuenta que el pelícano rasga su propio buche para dar de comer a sus crías en casos excepcionales; pero sería incapaz de inmolarse por polluelos ajenos y mucho menos por seres de otra especie. El hombre es el único viviente que mata por placer, al mismo tiempo que es el único que salva sin necesidad.»

Afortunadamente, existe una posibilidad mejor que ser una especie a veces cruel y a veces bondadosa: podemos lograr ser siempre bondadosos y nunca crueles. Y ésto jamás lo lograremos si seguimos asesinando y maltratando a los demás animales. Que alguien trabaje salvando vidas no le da derecho a quitarlas luego.

5. «Ningún organismo crece sin destruir. Es parte de la naturaleza. La digestión animal por medios inocuos es una invención humana. Por ejemplo, la fabricación de alimentos para mascotas. Los animales atacan para subsistir. El hombre también. Condenar la matanza de un viviente por razones alimenticias llevaría a condenarla igualmente por razones de sobrevivencia. El zancudo quiere vivir y tiene alas para descubrir nuevos mundos. ¿Por qué tendríamos que aplastarlo cada vez que nos hiere?, se diría.»

Aquí se hace uso de la falacia naturalista. Que algo sea natural no hace que sea bueno, pues, de lo contrario, deberíamos aceptar como correctas muchas cosas que actualmente prohibimos, bajo el pretexto de que son naturales. La moral, en esencia, supone una ruptura del orden natural de las cosas.

No es necesario consumir productos de origen animal para sobrevivir. La opinión de la ciencia y la observación de las personas veganas avalan esta afirmación.

6. «No somos espíritus puros para desprendernos de la constricción corporal y eludir una manutención exenta de perjuicio. Somos de barro, y parte de esta condición es el dolor, la vejez y la muerte. Procurar una vida eximida de “culpa” biológica llevaría al suicidio. Los veganos sienten repugnancia por la misma naturaleza a la que dicen amar.»

Es imposible vivir la vida sin causar algún daño; todos nosotros nos hemos parado accidentalmente sobre hormigas o hemos aspirado mosquitos, pero eso no quiere decir que debamos causar intencionalmente un daño innecesario. Sólo porque usted podría golpear a alguien accidentalmente con su auto no es razón para atropellar a alguien a propósito.

7. «El animal no quiere morir –se dice–, pues posee percepción y sentimientos, y sufre como nosotros. Aparte de que el humano no tiene únicamente sentidos y emociones, sino asimismo inteligencia y amor (que no son continuaciones de las cualidades animales), hay niveles de percepción tan rudimentaria en el mundo animal que colindan con niveles altos de receptividad en el mundo vegetal, y que impiden un discernimiento tajante entre lo vegetal y lo animal. Diluir la diferencia entre lo animal y lo humano llevaría, bajo la misma lógica, a la anulación de la distancia que separa a un asno de un repollo. Con lo cual, seccionar una lechuga sobre la mesa sería tan homicida como cercenar el cuello de un faisán. En los pantanos del Estado de Carolina (EE.UU.) crece un vegetal asombroso, el atrapamoscas de Venus, muy sensible al contacto físico y capaz de atrapar insectos. Sus hojas poseen una bisagra en la costilla media y un aroma que los atrae. La presencia de un insecto, captada por los pelos receptores de ésta, activa su cierre. Cuando los bordes se unen, los pelos se entrelazan para impedir que escape la presa. Luego, la planta secreta enzimas que dan muerte y digieren al bicho.»

En este argumento se expone la verdadera razón por la que debemos respetar a los demás animales: sienten al igual que nosotros. Sin embargo, se puede advertir más adelante, que realmente el profesor Víctor necesita unas clases de biología. No sólo afirma que los vegetales sienten, ¡sino que sienten más que nosotros los animales! (2)

Quizá el profesor Víctor se olvida de que sensibilidad no es lo mismo que sintiencia. El atrapamoscas de Venus puede, como es normal en la vida, responder a estímulos, pero no lo hace por medio de un sistema nervioso. De modo que no siente, sino que posee reacciones mecánicas, como cuando una computadora rechaza un virus informático. Y claro está que no tratamos a nuestra computadora como un paciente moral.

8. «El veganismo es parte de los variopintos movimientos que hacen de la denuncia de la industrialización y aun de la misma civilización, una militancia contracultural. Como en el ecologismo radical, se ve al humano como verdugo de una naturaleza santa e indefensa. Imagen ingenua que ve en las fuerzas salvajes las tiernas sonrisas de los dibujos de Walt Disney. Estas corrientes anti-sistema nacen, además, en sociedades del Primer Mundo donde, como se sabe, es más punible cazar a un conejo que triturar a un feto humano.»

No existe una relación necesaria entre veganismo y contracultura o anti-industrialización. Muchos veganos no forman parte de estas tendencias, y quien desee, puede mantener la misma posición de ellos.

Muchos veganos tampoco comparten la visión ingenua que se menciona. La naturaleza es cruel, pero podemos hacer un esfuerzo por minimizar el sufrimiento que existe en nuestro.

9. «Nuestra categoría de entes fronterizos –decía el humanista Pico de la Mirándola: puentes entre la eternidad estable y el tiempo fluyente, voceros de todas las criaturas– es un buen argumento para evitar la tentación de disolvernos en la pura materialidad de la que emergemos misteriosamente; como también para retener cualquier levitación que nos eleve a un estrato angelical que tampoco nos pertenece. Sin olvidar la innegable vocación de infinitud que anida en todo corazón humano.»

Ser vegano no significa elevarse a un estrato angelical, sino simplemente dejar de lastimar a otros por nuestros caprichos que, como tales, pueden evitarse. ¿Por qué tendría que estar levitando quien dejara de agredir a otra persona?

10. «Por último, ¿no resulta injurioso decir que la práctica vegana contribuiría a paliar el hambre del mundo? Amonestar a un etíope por cocinar una flaca gallina a falta de buenas cosechas, ¿no parece más bien el desdeñoso remilgo de una sociedad opulenta e indolente?»

Ningún etíope tendría la necesidad de cocinar una flaca gallina si en los países desarrollados fuésemos veganos, pues tendríamos un excedente tal que nos sería posible, con un poco de buena voluntad, ayudar a otras personas. Se calcula que mientras sigamos criando animales, jamás habrá en el mundo la cantidad suficiente de alimento para acabar con el hambre.

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1. De hecho, la justicia penal no considera culpables a los asesinos con algunos problemas psiquiátricos.

2. Quizá esté de más decir que no existe evidencia biológica para afirmar que los vegetales sienten, pues la capacidad de experimentar sensaciones se debe a la existencia de un sistema nervioso (que en algunos animales es más rudimentario que en otros), y los miembros del reino vegetal no lo poseen.


Prohibido y permitido matar: una inconsistencia en nuestras leyes y en nuestra forma de pensar

enero 12, 2009

Sin duda, vivimos en una sociedad profundamente especista, que menosprecia los intereses de aquellos que han tenido la mala suerte de no nacer humanos. Sin embargo, nuestra insensibilidad no es total. Una cierta empatía nos hace despreciar el sufrimiento y la tortura animales, y nos ha llevado a redactar en nuestras leyes, algunas pobres líneas que condenan el maltrato animal. «El que cometiere actos de maltrato o crueldad con animales, será castigado […]», establece el código penal chileno. De manera similar, en muchos países del mundo, quien asesina a un animal sin ningún «motivo válido» acaba tras las rejas.

Hace un tiempo, circulaba por internet un vídeo que mostraba un acto brutal: un adolescente lanzaba un gato por los aires y luego lo pateaba hasta darle muerte, todo sin una pizca de remordimiento (1). La justicia presentó cargos contra el agresor, y éste llegó a arriesgar una pena de cárcel.

Me gustaría que nos detengamos un momento en este caso. ¿Por qué el joven realizó el crimen? ¿Hubo alguna razón de fuerza mayor que le impulsó a hacerlo? No. Simplemente lo hizo porque quiso, porque se le dio la gana. Dicho en palabras más precisas, lo hizo por placer. Por lo tanto, queda claro que la justicia considera un crimen asesinar y/o maltratar animales sólo por placer.

Sin embargo, todos sabemos que no existe ningún artículo en ninguna parte del planeta que condene matar animales para comer. Lo que, al ser tan aparentemente lógico y natural, pasa completamente desapercibido, al igual que las leyes sobre los esclavos en la antiguedad. No obstante, yo creo que si dejamos que nuestro pensamiento se escape por unos momentos de la celda de nuestros prejuicios, podremos notar una grave contradicción en el código penal de todos los países de la tierra.

«Es que matar para comer está justificado», pensarán algunos. Muchos creen que es así porque se mata para alimentarse, y no por mero gusto. Este argumento, aparte de ser una falacia (2), se ve completamente contradecido, pues si fuera correcto, sería aceptable el canibalismo.

Otros podrían argüir que matar animales para comer es aceptable porque necesitamos la carne para vivir, porque sin ella tendríamos ciertas carencias alimenticias que afectarían nuestra salud. Bueno, esta argumentación es completamente lógica y yo, o cualquier otro vegano, aceptaría que aquella es una buena razón para matar con fines alimenticios.

Sin embargo, tal razonamiento esconde una premisa falsa. No necesitamos, en absoluto, los productos de origen animal para sobrevivir, ni para mantenernos saludables. Dos grandes organizaciones nutricionales, la Asociación Dietética Americana y la Asociación de Dietistas de Canadá han declarado que las dietas vegetarianas (incluyendo la vegana) bien planificadas son apropiadas y saludables para todas las etapas del ciclo vital (incluyendo embarazo, lactancia, niñez, adultez y vejez) (3). Además, si fuera cierto que necesitamos los productos de origen animal para nuestro organismo, observaríamos que la gente vegana estaría muerta o al menos con mala salud. No obstante, parece ser al revés.

Entonces, ¿Qué razones tenemos para matar animales con fines alimenticios? ¿Por qué seguimos comiendo carnes y bebiendo leche si sabemos que no necesitamos estos productos en absoluto? La respuesta es: por sabor, por agradar a nuestro paladar. Vale decir, por placer.

Llegando a este punto, no es difícil notar la contradicción. La ley prohíbe matar animales por placer en algunos casos, pero en otros lo permite. Nunca se ha encarcelado a nadie por matar un animal por el placer del sabor. Tampoco por los maltratos terribles que se ocultan tras las paredes de un matadero y de las industrias lechera y avícola.

¿Por qué el código penal de muchísimos países del mundo presenta esta inconsistencia? La respuesta es clara: la soberanía le pertenece al pueblo. Si algún legislador se atreviese a penalizar todos los asesinatos por placer, todos los omnívoros del mundo se le vendrían encima, pues todos se benefician de que se permitan tales inmoralidades.

No pretendo decir que deberían castigarse tales actos que, en mi opinión, son enormemente terribles. Al menos por ahora. Creo en la soberanía popular. Lo contrario sería una dictadura. Pero lo que sí pienso es que en un futuro cuya lejanía depende de nosotros deberían estar penalizados estos actos. ¿Cuando? Cuando algún día dejemos voluntariamente de alimentarnos a costa de la vida de otros. Cuando quienes deseamos un mundo más justo y feliz seamos mayoría y tengamos la soberanía. (4)

Para ello, vale la pena repetirlo, necesitamos formar un desierto a partir de granitos de arena. Éstos, los pone cada uno de nosotros. De todo corazón, te animo a tomar la decisión y hacerte vegano(a). (5)

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1. Chilevisión hizo un reportaje sobre este incidente. Pueden verlo haciendo click aquí.

2. Es falaz afirmar «Matar para comer es bueno porque es para comer», pues en realidad no se ha presentado ninguna razón de por qué es bueno. Es equivalente a decir «Matar negros es bueno porque son negros».

3. Pueden leer el informe de ambas asociaciones haciendo click aquí.

4. Que algún día la mayoría de personas será vegana no es un hecho, una profecía ni un destino. Esto no es una religión. Sólo se trata de un sueño que es posible materializar en algún momento del futuro: tampoco es una utopía.

5. La meta no está solamente en el futuro; basta pensar cuántas vidas reales se salvan al cortar la demanda de una persona más en el mundo. Actualmente, en Chile, el consumo anual de carnes está por sobre los 76 kilos por habitante. Y continúa en aumento.


Una existencia ordinaria

enero 3, 2009

Desde tiempos remotos y hasta ahora último, hemos tendido a pensar que vivimos en un sitio privilegiado del universo. Veamos qué nos dice la ciencia actualmente; les dejo al astrofísico John Gribbin.


¿Un universo favorable?

enero 1, 2009

Algunas personas creen que la existencia de vida en la actualidad se debe a que la tierra se encuentra a una distancia favorable respecto al sol. Sin embargo, esta imagen de un universo amable para con la vida no es cierta. Los dejo con una breve explicación de esto en manos del químico ambiental James Lovelock.


La dieta omnívora: un sabor amargo

diciembre 22, 2008

Dejo aquí un vídeo bastante bueno, les recomiendo que lo vean. Recuerden que optando por una dieta vegana conseguiremos una vida más saludable, un mundo más justo y amable, y un ecosistema menos dañado. Lo único que se debe hacer es querer cambiar nuestro estilo de vida, y todo se vendrá facilito 🙂