Un profesor de filosofía llamado Víctor H. Palacios Cruz, de la universidad de Piura, Perú, escribió hace algún tiempo, en un suplemento del diario El Tiempo, una crítica del veganismo. Si desea leer la crítica completa pinche aquí.
Los argumentos presentados en el artículo son usados muy frecuentemente por los detractores del veganismo, ya sea para justificar su estilo de vida o para alejar más gente de nuestro movimiento. Por ello, me ha parecido importante dar mi respuesta a los planteamientos del profesor Víctor.
Dicen así:
1. «Un lema usual en los activistas veganos es: “¿Te comerías algo que tiene rostro?” Propaganda falaz, pues los animales no tienen rostro sino cara. La posición bípeda del hombre lo separa de la condición del cuadrúpedo, para quien las extremidades delanteras son elementos de apoyo y la cabeza se ajusta a la necesidad de exploración material. La mano humana queda libre de la función de soporte; por ello se estiliza y vuelve apta para el gesto, la caricia y la manipulación. El instrumento de los instrumentos da lugar a la técnica, y así libra a la cara de la presión de hurgar. Ésta se retrae, abandona la forma de hocico y se equilibra, deviniendo medio expresivo e individualizado. El rostro es la síntesis de la personalidad. Sólo los humanos poseen retrato.»
Algunos activistas usan ese lema para, sencillamente, hacer cumplir el objetivo de la propaganda: lograr que el receptor se adhiera a la ideología propia apelando a los sentimientos.
No somos veganos por creer que los animales tienen rostro, sino porque pueden sentir dolor y placer. De este modo, el primer argumento me parece inadecuado, pues, en vez de enfocarse en el veganismo mismo, lo hace en una técnica propagandística de éste.
2. «El hombre no es una especie animal más. Teniendo animalidad, escapa a ella a la vez. Es un ser que mastica, gruñe y excreta; también un ser que piensa, ama y crea. Su índole fluctúa entre lo terrestre y lo celeste. Si la crueldad humana espanta es porque, como reza el adagio latino, “corruptio optimi pessima”. Sólo entre humanos hay villanos y héroes, sátrapas y santos. Es el precio de la libertad, la imprevisibilidad de una existencia no prescrita por su dotación filogenética, sino capaz de inventarse a sí misma y trazar un curso irrepetible. Sólo los humanos poseen biografía.»
Me parece que el autor de este argumento debería tomar unas clases de biología. Ser animal no tiene nada que ver con pensar, amar o crear. Existen criterios biológicos que nos permiten clasificar al ser humano como un primate del reino animal.
Que seamos seres libres no significa que tengamos la necesidad de ser crueles, sino precisamente lo contrario. Podemos elegir qué decisiones tomar a fin de lograr una vida ética y bondadosa. Una de ellas implica elegir qué alimentos comprar, con qué ropa vestirnos o a qué espectáculos asistir.
3. «Si los hombres fueran animales, no tendría sentido defender una causa natural, porque ninguna especie viva lo hace. Si los animales fueran humanos –ya que se afirma que son libres–, habría que sancionarlos severamente pues la totalidad de ellos se sustenta a costa de otras vidas. Si no, ¿qué hace superior a un pájaro del gusano que engulle y al pez grande del chico al que devora? ¿Por qué acusar al homo sapiens y no al depredador del bosque? No nos daríamos abasto para reprender a las impulsivas bestias. Sólo los humanos merecen castigo o alabanza por sus actos.»
Aquí nuevamente se ignora en qué consiste realmente ser un animal, y no creo que sea necesario ahondar más sobre el tema.
A los animales no hay que sancionarlos porque no poseen la capacidad de lograr juicios éticos. Del mismo modo, no sería justo castigar a alguien con problemas mentales, pues no comprende lo que hace. (1) Es importante también recalcar que las sanciones existen para evitar que los malos actos se repitan, y en los animales irracionales no podemos encontrar este efecto moderador. Además, es imprescindible considerar que el depredador del bosque, al contrario de nosotros, necesita matar para sobrevivir.
4. «El hombre mata como no lo hace alimaña alguna. Es decir, con ensañamiento y sevicia. De acuerdo. Aunque la posibilidad de que incurra en esta perversión es la misma que permite lo opuesto: el sacrificio y la virtud. Se cuenta que el pelícano rasga su propio buche para dar de comer a sus crías en casos excepcionales; pero sería incapaz de inmolarse por polluelos ajenos y mucho menos por seres de otra especie. El hombre es el único viviente que mata por placer, al mismo tiempo que es el único que salva sin necesidad.»
Afortunadamente, existe una posibilidad mejor que ser una especie a veces cruel y a veces bondadosa: podemos lograr ser siempre bondadosos y nunca crueles. Y ésto jamás lo lograremos si seguimos asesinando y maltratando a los demás animales. Que alguien trabaje salvando vidas no le da derecho a quitarlas luego.
5. «Ningún organismo crece sin destruir. Es parte de la naturaleza. La digestión animal por medios inocuos es una invención humana. Por ejemplo, la fabricación de alimentos para mascotas. Los animales atacan para subsistir. El hombre también. Condenar la matanza de un viviente por razones alimenticias llevaría a condenarla igualmente por razones de sobrevivencia. El zancudo quiere vivir y tiene alas para descubrir nuevos mundos. ¿Por qué tendríamos que aplastarlo cada vez que nos hiere?, se diría.»
Aquí se hace uso de la falacia naturalista. Que algo sea natural no hace que sea bueno, pues, de lo contrario, deberíamos aceptar como correctas muchas cosas que actualmente prohibimos, bajo el pretexto de que son naturales. La moral, en esencia, supone una ruptura del orden natural de las cosas.
No es necesario consumir productos de origen animal para sobrevivir. La opinión de la ciencia y la observación de las personas veganas avalan esta afirmación.
6. «No somos espíritus puros para desprendernos de la constricción corporal y eludir una manutención exenta de perjuicio. Somos de barro, y parte de esta condición es el dolor, la vejez y la muerte. Procurar una vida eximida de “culpa” biológica llevaría al suicidio. Los veganos sienten repugnancia por la misma naturaleza a la que dicen amar.»
Es imposible vivir la vida sin causar algún daño; todos nosotros nos hemos parado accidentalmente sobre hormigas o hemos aspirado mosquitos, pero eso no quiere decir que debamos causar intencionalmente un daño innecesario. Sólo porque usted podría golpear a alguien accidentalmente con su auto no es razón para atropellar a alguien a propósito.
7. «El animal no quiere morir –se dice–, pues posee percepción y sentimientos, y sufre como nosotros. Aparte de que el humano no tiene únicamente sentidos y emociones, sino asimismo inteligencia y amor (que no son continuaciones de las cualidades animales), hay niveles de percepción tan rudimentaria en el mundo animal que colindan con niveles altos de receptividad en el mundo vegetal, y que impiden un discernimiento tajante entre lo vegetal y lo animal. Diluir la diferencia entre lo animal y lo humano llevaría, bajo la misma lógica, a la anulación de la distancia que separa a un asno de un repollo. Con lo cual, seccionar una lechuga sobre la mesa sería tan homicida como cercenar el cuello de un faisán. En los pantanos del Estado de Carolina (EE.UU.) crece un vegetal asombroso, el atrapamoscas de Venus, muy sensible al contacto físico y capaz de atrapar insectos. Sus hojas poseen una bisagra en la costilla media y un aroma que los atrae. La presencia de un insecto, captada por los pelos receptores de ésta, activa su cierre. Cuando los bordes se unen, los pelos se entrelazan para impedir que escape la presa. Luego, la planta secreta enzimas que dan muerte y digieren al bicho.»
En este argumento se expone la verdadera razón por la que debemos respetar a los demás animales: sienten al igual que nosotros. Sin embargo, se puede advertir más adelante, que realmente el profesor Víctor necesita unas clases de biología. No sólo afirma que los vegetales sienten, ¡sino que sienten más que nosotros los animales! (2)
Quizá el profesor Víctor se olvida de que sensibilidad no es lo mismo que sintiencia. El atrapamoscas de Venus puede, como es normal en la vida, responder a estímulos, pero no lo hace por medio de un sistema nervioso. De modo que no siente, sino que posee reacciones mecánicas, como cuando una computadora rechaza un virus informático. Y claro está que no tratamos a nuestra computadora como un paciente moral.
8. «El veganismo es parte de los variopintos movimientos que hacen de la denuncia de la industrialización y aun de la misma civilización, una militancia contracultural. Como en el ecologismo radical, se ve al humano como verdugo de una naturaleza santa e indefensa. Imagen ingenua que ve en las fuerzas salvajes las tiernas sonrisas de los dibujos de Walt Disney. Estas corrientes anti-sistema nacen, además, en sociedades del Primer Mundo donde, como se sabe, es más punible cazar a un conejo que triturar a un feto humano.»
No existe una relación necesaria entre veganismo y contracultura o anti-industrialización. Muchos veganos no forman parte de estas tendencias, y quien desee, puede mantener la misma posición de ellos.
Muchos veganos tampoco comparten la visión ingenua que se menciona. La naturaleza es cruel, pero podemos hacer un esfuerzo por minimizar el sufrimiento que existe en nuestro.
9. «Nuestra categoría de entes fronterizos –decía el humanista Pico de la Mirándola: puentes entre la eternidad estable y el tiempo fluyente, voceros de todas las criaturas– es un buen argumento para evitar la tentación de disolvernos en la pura materialidad de la que emergemos misteriosamente; como también para retener cualquier levitación que nos eleve a un estrato angelical que tampoco nos pertenece. Sin olvidar la innegable vocación de infinitud que anida en todo corazón humano.»
Ser vegano no significa elevarse a un estrato angelical, sino simplemente dejar de lastimar a otros por nuestros caprichos que, como tales, pueden evitarse. ¿Por qué tendría que estar levitando quien dejara de agredir a otra persona?
10. «Por último, ¿no resulta injurioso decir que la práctica vegana contribuiría a paliar el hambre del mundo? Amonestar a un etíope por cocinar una flaca gallina a falta de buenas cosechas, ¿no parece más bien el desdeñoso remilgo de una sociedad opulenta e indolente?»
Ningún etíope tendría la necesidad de cocinar una flaca gallina si en los países desarrollados fuésemos veganos, pues tendríamos un excedente tal que nos sería posible, con un poco de buena voluntad, ayudar a otras personas. Se calcula que mientras sigamos criando animales, jamás habrá en el mundo la cantidad suficiente de alimento para acabar con el hambre.
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1. De hecho, la justicia penal no considera culpables a los asesinos con algunos problemas psiquiátricos.
2. Quizá esté de más decir que no existe evidencia biológica para afirmar que los vegetales sienten, pues la capacidad de experimentar sensaciones se debe a la existencia de un sistema nervioso (que en algunos animales es más rudimentario que en otros), y los miembros del reino vegetal no lo poseen.